
La palabra ansiedad está en boca de tod@s, es una palabra que oímos por la calle, en los periódicos, en la televisión, en el trabajo… Todo el mundo habla de ansiedad, pero: ¿qué es en realidad? ¿De qué nos habla? ¿Cómo es que aparece en nuestra vida?
La ansiedad de la que hablamos a diario tiene una función adaptativa: nos permite dar respuesta ante situaciones estresantes, lo cual es deseable, ya que nos permite adaptarnos a las circunstancias de nuestro entorno. Por ejemplo, imagina que te despiertas tarde y tienes una reunión muy importante al cabo de una hora. La ansiedad te permite levantarte rápido y hacer todo lo que necesitas hacer para estar list@ para tu cita. Otro ejemplo, si vas en metro y notas que alguien te ha hurgado en el bolso y sale corriendo, la ansiedad te permite salir corriendo detrás del ladrón. El sistema nervioso se activa para responder ante estas situaciones que lo requieren. Aquí, es de gran ayuda.
El problema aparece cuando sufrimos las llamadas crisis de ansiedad. Cuando estas aparecen nos encontramos de forma repentina teniendo las sensaciones típicas de (mucho) miedo frente a una situación “inofensiva”. Ésta conlleva una sintomatología explosiva y que, a menudo, vivimos con mucha angustia: palpitaciones, sudor, temblores, sensación de ahogo, opresión en el pecho, náuseas, mareo, sensación de estar separad@ de un@ mism@ (despersonalización), miedo a volverse loc@, miedo a morir, hormigueo, escalofríos, etc.
La primera crisis de ansiedad la solemos vivir con mucha desorientación, puesto que no entendemos por qué nos ha sucedido, qué ha sido exactamente lo que ha ocurrido, etc. Puede ser que hayas acabado en el hospital de urgencias o que la hayas pasado como has podido.
El primer paso es retomar la calma. Informarnos sobre las crisis de ansiedad nos puede ayudar (te recomiendo este libro), y mirar el ritmo al que vamos en nuestro día a día para equilibrarlo, también. Otro aspecto importante cuando nos encontramos en situaciones que nos generan ansiedad de este tipo es leer más allá de los síntomas, tomarnos la ansiedad como el aviso de alguna cosa que se nos está escapando. Podemos preguntarnos “¿Qué aspectos de mi vida me están afectando especialmente? ¿Qué es lo que estoy mirando? ¿Qué estoy evitando mirar? ¿Qué ha cambiado? ¿Qué me está generando estrés?”.
La ansiedad aparece de una forma lo suficientemente desagradable como para que nos impacte y nos movilice a hacer algo al respeto lo antes posible. Es importante, entonces, darle un espacio y dedicación para descifrar el mensaje, ya sea de forma individual como con la ayuda de un@ profesional en terapia, y así entender qué asunto/s esconde la ansiedad. Es una invitación a revisar nuestras vidas, y ver qué cosas no están funcionando, qué otras no las queremos en nuestra vida, o qué carencias tenemos. Puede ser que me dé cuenta de que estoy evitando decir que no me gusta cómo me trata mi pareja; me siento agobiad@ con las tareas de casa y no las delego a nadie; dedico más tiempo del que tengo al trabajo; tengo un asunto pendiente con una amistad; me cansa mi manera de proteger a todo el mundo, o de hacerme cargo de asuntos que no son míos, etc.
Así que la ansiedad puede ser una buena aliada para detenernos, revisar y modificar ciertos aspectos de nuestra vida para seguir creciendo y avanzando de una manera más confortable y saludable.
Si ves que lo necesitas, pide ayuda.